domingo, 22 de diciembre de 2013

La niña prodigio: entre el piano y la composición

Por David Coifman*
Entre el 30 de diciembre de 1862 y el 30 de enero de 1863, el periódico Boston Daily Evenings Transcript publicó a diario entre uno o dos anuncios publicitarios sobre los distintos recitales que Teresa Carreño ofrecería ese mes en el “Boston Music Hall” de dicha ciudad americana. El 21 de enero de 1863, se recoge sin embargo la primera vez de una práctica que será habitual a lo largo de las presentaciones juveniles de Teresa Carreño por Europa. La práctica consiste en ofrecer a la venta la edición de una obra supuestamente compuesta por la niña prodigio que había sido muy aclamada durante sus presentaciones, principalmente utilizada como encore final. De esta manera, la reputación de la niña prodigio crecía tanto en su condición de versátil pianista como por su precocidad en la composición musical.

En la ocasión de sus primeras presentaciones en Nueva York, a finales de 1862, y en Boston, a principios del año de 1863, fue muy aclamada por su interpretación de una “polka” que sería conocida como “Polka Teresa Carreño” (en inglés: Teresa Carreño Polka). Y, en efecto, la obra fue ofrecida a la venta pública, por primera vez, en el citado periódico de Boston, del 21 de enero de 1863, que aquí incluimos. Lo sorprendente es que la obra es ofrecida como “escrita por Adolph Baumbach”. Este compositor americano, muy poco referenciado por las enciclopedias americanas, es conocido por su producción de obras populares, entre las que se incluyen un variado número de polkas para piano.
Sin embargo, parece haber sido muy conocido por componer obras que harían muy famoso a otros autores, siendo quizá un ejemplo de la correspondencia con el llamado “negro” o escritor real detrás de algunos famosos autores. En todo caso, ninguna de las que se conocen de este autor hoy día lleva por nombre “La Polka Teresa Carreño”, en cambio su composición se corresponde con la fecha en que la artista se hizo muy conocida por interpretar en Nueva York y Boston “su” famosa polka. Todo lo cual nos obliga a preguntar: ¿Es la polka de Teresa Carreño, hoy identificada como su opus 2, en realidad de su autoría o fue escrita por Adolph Baumbach? Traer pues a reflexión esta información es sólo un ejemplo del enorme trabajo hemerográfico que aún falta por realizarse sobre la aclamada artista internacional, de la que ahora celebramos el 160 aniversario de nacimiento.
*Musicólogo, miembro de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
Madrid, diciembre de 2013


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Teresa Carreño, él último prodigio de una efectiva escuela musical catedralicia en Venezuela

A propósito del 160 aniversario de su nacimiento

por David Coifman*

Mucho se ha repetido, y con razón, que la pianista venezolana Teresa Carreño (1853-1917), fue una niña prodigio que se ganó el respeto internacional a partir de su primera y muy aclamada presentación pública, con sólo 8 años de edad, realizada en el gran salón de baile “Irving Hall” de Nueva York, el 25 de noviembre de 1862. También sabemos que fue la tercera de cinco hijos de Manuel Antonio Carreño (n. 17 de junio de 1813), principalmente conocido como el abogado que escribió el influyente y muy difundido Manual de urbanidad y buenas maneras (1853).

Nunca se ha dicho, sin embargo, que Manuel Antonio Carreño, hijo del maestro de capilla José Cayetano Carreño (1774-1836), fue también un niño prodigio que ocupó el cargo de “cantante tercero” (la voz más aguda de las tres plazas asalariadas para cantantes) de la capilla musical catedralicia, el 9 de febrero de 1822, contando entonces 8 años de edad. Labor de cantante bajo contrato que obtendría después de ejercer el cargo de “músico meritorio” (=cantante a destajo de la tribuna) desde al menos los 6 años de edad. Además, Manuel Antonio habría debido demostrar amplias habilidades para tocar el violín, la viola, el violón, el fagot, el órgano y el clave por ser obligación de los cantantes contratados sustituir a los instrumentistas de la capilla catedralicia cuando no podían asistir a sus labores musicales por razones justificadas.

La plaza de cantante tercero que Manuel Antonio ganó con sólo 8 años de edad había estado ocupada hasta la fecha por su hermano José Cayetano “el hijo” (n. el 8 de julio de 1804), desde el 4 de junio de 1817, es decir desde los 12 años de edad. Antes de ejercer este cargo, José Cayetano “el hijo” junto con su hermano menor José Lorenzo (n. el 9 de agosto de 1807) recibían remuneración como músicos meritorios de la capilla catedralicia, al menos (que se conozca) desde diciembre de 1814, contando respectivamente 10 y 7 años de edad. Lo que señala haber sido ambos, también, niños prodigios.
El 10 de agosto de 1813, José Ciriaco Carreño (n. 8 de agosto de 1795), primogénito
del maestro de capilla José Cayetano Carreño, renunció apenas cumplidos los 18 años de edad a su labor bajo contrato de organista segundo en la catedral caraqueña para sumarse a la tropa patriótica, muriendo en la Batalla de Urica, el 5 de diciembre de 1814. José Ciriaco había sido también un niño prodigio, de quien sabemos haber percibido remuneración económica por su labor estable como cantante meritorio de la tribuna desde los 6 años de edad, y como organista segundo obtenido por concurso público, desde el 11 de marzo de 1810, es decir contando entonces apenas 14 años de edad.


El 18 de agosto de 1813, Juan Bautista Carreño (n. 1 de julio de 1802), cuarto hijo del maestro de capilla, ganó por concurso público el cargo de organista segundo que dejó vacante su hermano mayor José Ciriaco. Contaba entonces tan sólo 11 años de edad, es decir el más joven de dos generaciones de músicos de la familia Carreño en ocupar por concurso público la exigente labor de organista en la catedral caraqueña. Para satisfacer esta obligación contractual, Juan Bautista habría debido ocupar hasta la fecha un cargo de músico meritorio en la Tribuna, mientras se instruía con su padre y su hermano mayor en la ejecución de los órganos y el clave de la institución, acompañando principalmente la música vocal solemne catedralicia compuesta por Juan Manuel Olivares, José Ángel Lamas y la de su padre. Razones de peso conocidas (además de la tradición familiar) por las cuales los últimos vástagos hasta la fecha de la familia Carreño (José Cayetano “el hijo” y José Lorenzo) habrían de ser requeridos por su padre para aumentar las voces de la tribuna desde al menos mediados del año 1813, contando entonces 8 y 6 años de edad respectivamente.
La tradición de los niños Carreño de trabajar como músicos de la capilla catedralicia desde muy temprana edad bajo la guía de su padre, maestro y jefe José Cayetano Carreño, primero como cantantes meritorios asalariados (desde aproximadamente los 6 años de edad, lo que implicaba comenzar a estudiar canto y música aproximadamente desde los 4 o 5 años de edad) para luego ocupar alguno de los exigentes cargos catedralicios de organista bajo contrato por concurso público (entre los 11 y 14 años de edad) fue observada hasta el último de los vástagos, Juan de la Cruz Carreño (n. 24 de noviembre de 1815), quien ganó al cargo vacante de “cantor de la capilla” (cantante primero), el 7 de octubre de 1834, teniendo entonces 18 años de edad, después de graduarse dos años antes (con 16 años) de Bachiller en Artes por la Universidad de Caracas. Sería, de la familia Carreño, el más joven en obtener una diplomatura universitaria. Juan de la Cruz fue además el padrino de bautismo de Teresa Carreño, y acompañó a la familia en su viaje a Nueva York, cuando presenció el debut internacional de la niña prodigio en noviembre de 1862.

Hasta la fecha de nacimiento de Teresa Carreño, el 22 de diciembre de 1853, se registran en Caracas además los nacimientos de hasta 20 primos-hermanos (según las actas conocidas de bautismo y de defunción al nacer), todos hijos legítimos de los nueve hijos legítimos del maestro de capilla José Cayetano Carreño. Entre ellos, José Ciriaco del Carmen Carreño-Pérez “el sobrino” (n. 5 de marzo de 1831), segundo hijo de José Cayetano Carreño-Muñoz, se destacó también como niño prodigio de la tribuna catedralicia, recibiendo remuneración como cantante meritorio (según fecha del recibo de pago más temprana que se conoce), el 22 de diciembre de 1840, contando sólo 9 años de edad, para luego ingresar bajo contrato como cantante tercero de la capilla musical, el 8 de junio de 1841, con sólo 10 años de edad. José Ciriaco “el sobrino” sustituía en el cargo de cantante tercero a su primo mayor, hijo de Felipa Carreño, Ramón María Pérez-Carreño (n. 21 de enero de 1827), quien contaba entonces 14 años de edad. Es decir, la etapa de la adolescencia en la que estaría cambiando la voz aguda de tiple por una más grave, justificando el pronto reemplazo vocal por la de un niño de menor edad, como la de su primo.
Por lo tanto, al momento de su mudanza de Venezuela, Teresa Carreño se llevaría consigo el recuerdo de haber compartido por la rama paterna con una familia numerosa integrada por los siguientes primos-hermanos mayores (de los que podemos citar de los sobrevivientes según registros): Ramón María y María de la Concepción Pérez-Carreño, hijos de Felipa Carreño-Muñoz, quien murió con 37 años de edad, el 7 de diciembre de 1837; Juan Bautista Anselmo y Miguel Ezequiel Rafael Carreño-Martínez, hijos de Juan Bautista Carreño-Muñoz, quien murió con 47 años de edad, el 15 de noviembre de 1849; Isabel María, José Cayetano “el nieto”, José Ciriaco “el sobrino”, Fernando Lorenzo, Luís María, Belén de la Santísima Trinidad y María del Rosario Carreño-Pérez, hijos de José Cayetano Carreño-Muñoz, quien murió con 38 años de edad, el 29 de diciembre de 1842; Belén María Pérez-Carreño, hija de María Isabel Carreño-Muñoz (cuya fecha de defunción desconozco); y José Lorenzo Carreño-Martí, hijo de José Lorenzo Carreño-Muñoz (cuya fecha de defunción se desconoce). José Lorenzo Carreño-Martí contrajo matrimonio con su prima-hermana María Emilia Gertrudis de Jesús, hija mayor de Manuel Antonio Carreño y única de los tres hermanos mayores de Teresa que sobrevive la niñez (mueren una hermana mayor de nombre María Teresa y un hermano mayor de nombre Manuel Antonio, y sobrevive un hermano menor llamado también Manuel Antonio). No se conoce si Juan de la Cruz Carreño tuvo hijos. En todo caso, durante sus primeros ocho años de vida en Caracas, Teresa Carreño contó para su aprendizaje musical con al menos cinco miembros vivos de su familia paterna (es decir, su padre Manuel Antonio, su tío José Lorenzo, su tío y padrino Juan de la Cruz, su primo mayor Ramón María y su primo José Ciriaco) que habían sido niños prodigios bajo contrato laboral en la catedral caraqueña, en la condición de cantantes meritorios e instrumentistas, siguiendo la enseñanza y el ejemplo de su famoso abuelo José Cayetano Carreño.

Que los seis hijos varones (descartando al segundo José Lino, quien murió al año de nacer, en 1798, y a las dos hijas por no permitírseles a las mujeres participar en la música litúrgica pública) y dos nietos varones del maestro de capilla José Cayetano Carreño tuvieran la posibilidad de laborar como niños prodigios de la música catedralicia caraqueña, con constatadas habilidades vocales e instrumentales para ser contratados en varias de las plazas asalariadas de canto y de organista, alcanzado incluso dos de ellos a ejercer el exigente puesto catedralicio de maestro de capilla (Manuel Antonio ocupó el cargo desde la fecha de defunción de su padre, el 3 de marzo de 1836, hasta el 18 de junio de 1841, cuando renunció a favor de su hermano mayor José Cayetano “el hijo”, quien lo ejerció hasta su muerte, en diciembre de 1842) muestra la fuerte influencia de una efectiva escuela musical de tradición familiar caraqueña que obtendría el primer reconocimiento internacional cuando otro de los niños prodigios Carreño, en esta ocasión la primera niña (Teresa), debutó como pianista en Nueva York, en 1862. Hasta la fecha, la extraordinaria versatilidad musical de la familia Carreño habría sido asumida en Caracas como “normal” y acorde con el reciclaje generacional de niños prodigios integrantes de una esmerada escuela musical de tradición catedralicia. Porque el único parámetro que marcó en realidad la diferencia en la valoración musical de Teresa como niña prodigio, perteneciente a una familia musical conformada por tres generaciones de niños prodigios, fue haber tenido la oportunidad de salir del país para exponer su tradición educativa familiar a la opinión pública internacional, y principalmente ante el influyente crítico musical de Boston, John Sullivan Dwight. Crítico que se formuló insistentemente la siguiente pregunta después de escucharla debutar en Boston, en enero de 1863: ¿Dónde y con quién aprendió Teresa Carreño a tocar el piano con tanta maestría artística?

La respuesta a la pregunta del crítico musical americano Dwight sobre la prodigiosa trayectoria pianística de Teresa con solo 8 años de edad, es harta explicada hoy día por todos los libros de historia de la música europea interesados por los distinguidos vástagos de las familias (y generaciones) de músicos como los Scarlatti (en Italia), los Couperin (en Francia), los Benda (en Bohemia), los Bach (en Turingia) y los Mozart (en Salzburgo), entre los más conocidos. Es decir, con idéntica presión familiar de pertenecer a un linaje de músicos que han recibido no sólo la credibilidad de una vena artística que legitima, por derecho a ella, la gloria de sus antepasados músicos, sino también la tradición de una efectiva enseñanza musical desde la cuna, que permite mantener la condición de niños prodigios en varias generaciones de una misma familia. Baste en este sentido recordar que hasta el nacimiento de Teresa Carreño, nueve miembros de tres generaciones de la familia Carreño habían sido reconocidos en Caracas, a través de diferentes condiciones y exigencias musicales, como destacados cantantes e instrumentistas, todos varones porque eran los únicos que podían ejercer un cargo laboral catedralicio desde los 6 años de edad.
Descartando pues la evidencia de que Teresa fue la única de tres generaciones de niños prodigios Carreño que tuvo la oportunidad de mostrar sus tempranas y excepcionales dotes musicales familiares en un gran escenario urbano como Nueva York, debemos preguntarnos: ¿Qué exigencia cultural, si no era pues únicamente la familiar, habría podido existir en Venezuela para que una niña de tan sólo 6 años de edad tocara diariamente 580 ejercicios pianísticos preparados por su padre, para que a los 8 años de edad pudiera interpretar obras de enormes dificultades técnicas y expresivas como el Capricho Brillante, op. 22, de Felix Mendelssohn (1809-1847), alcanzando una maestría artística superior a la de cualquier niño prodigio hasta entonces aclamado en los principales escenarios de los Estados Unidos y Europa, cuando todavía a mediados del año 1862 la principal meta de vida conocida para Teresa Carreño, a semejanza de la de sus familiares músicos que habían sido también niños prodigios, era seguir viviendo en Caracas? En otras palabras: ¿Qué nivel de exigencias musicales si no eran pues las tradicionales familiares permitió a Manuel Antonio preparar a su hija Teresa, siguiendo su efectiva escuela musical catedralicia, para tocar a un nivel de perfección y exigencias artísticas que sólo la oportunidad de salir del país demostró superar, con creces, las aspiraciones musicales para los niños prodigios de su edad en cualquier lugar del mundo?

Como respuesta tenemos que la habilidad musical de Teresa Carreño no sería sino la misma que tuvieron tres generaciones de niños prodigios Carreño pero la única aclamada por críticos expertos internacionales, aun cuando todos habrían pasado por idénticas exigencias educativas para iniciarse en la música, primero vocal y luego instrumental, sólo variadas por las necesidades y disponibilidades compositivas, sociales y principalmente laborales de cada generación. Además, no se conoce el nombre de destacados cantantes y pianistas venezolanos internacionales anteriores a la aclamación en Nueva York de Teresa Carreño, por lo que no se puede (ni debe) descartar que Manuel Antonio (cantante, organista y maestro de capilla) fuera también un virtuoso del piano a quien le faltó en Venezuela el experto crítico musical que pudiera informar a tiempo a su padre (como sí lo tuvo el de Teresa) sobre la ventajosa condición que se le ofrecía como niño prodigio para proseguir con éxitos artísticos y económicos la carrera profesional como músico internacional, con hábiles profesores, expertos críticos y exigentes públicos que sí contó Teresa Carreño. Por el contrario, se registra en actas eclesiásticas (sin precedentes) que cuando Manuel Antonio sustituyó a su hermano mayor Juan Bautista en el cargo de organista, desde el 10 de noviembre de 1826, contando sólo 13 años de edad, el Cabildo mandó un comunicado a su padre y maestro de capilla para advertirle que no bastaba ensayar, practicar y adiestrar a su hijo en la ejecución de dicho instrumento musical sino que además le debía prevenir al niño de tocar el órgano de manera “devota y gravemente como corresponde en las iglesias catedrales”. En cierta manera, se implica que el niño Manuel Antonio era conocido, a muy temprana edad, por gustarle tocar el órgano con mayor ímpetu y energía que el sugerente lento y pausado (y por lo mismo quizá hasta fastidioso para un niño de talento) que se correspondería con la manera “devota y grave” exigida por el Cabildo eclesiástico para la ejecución de la música catedralicia caraqueña en la época.

El destino quiso, en todo caso, que Teresa Carreño fuera la única de los niños prodigios de la familia Carreño en exponer a la crítica internacional el trascendente legado educativo catedralicio de tradición paterna que se remonta al siglo XVIII. Tradición masculina generacional como maestros de capilla que sólo la habría podido heredar José Ciriaco “el sobrino” de su padre José Cayetano Carreño-Muñoz de no haber muerto éste muy joven, ejerciendo el cargo en la catedral, en diciembre de 1842. Con esta muerte, la familia Carreño se despidió para siempre de la tradición musical catedralicia transmitida directamente de padre a hijo, ocupando reconocidas labores profesionales públicas como músicos meritorios, cantantes, organistas (e instrumentistas) y maestros de capilla, hasta que Manuel Antonio tuvo la oportunidad (y sin duda también las herramientas musicales familiares) de legar dicha tradición catedralicia a su talentosa hija, a pesar de que a ésta no le deparaba ni siquiera la posibilidad de ser cantante de la capilla musical en Venezuela. En todo caso, debemos a Manuel Antonio haber tenido la imaginación necesaria (y el profundo interés por la pervivencia de la tradición familiar) para transformar su legado educativo catedralicio, reconocido principalmente en la efectiva tradición de los varones Carreño llegados a “maestros de capilla”, en un método de enseñanza vocal y pianística con el cual adaptar la excepcional disposición musical de su hija a las nuevas necesidades artísticas de su generación, llevándola a convertirse como sabemos (manteniendo en cierta manera la lógica consecuencia de su excepcional tradición familiar catedralicia) en la primera “maestra de piano” venezolana de prestigio mundial. Culto internacional a la destacada artística que legitima, con la justa veneración de sus restos mortales en el solemne Panteón Nacional, una hermosa historia familiar de niños prodigios. Teresa Carreño, el último prodigio de una efectiva escuela musical catedralicia en Venezuela.

Lecturas recomendadas:

ALCIBÍADES, Mirla. Manuel Antonio Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 12. Caracas: Editorial Arte, 2005.
CARREÑO, Teresa. “Possibilities of tone color by artistic use of pedal”. Edición facsimilar realizada por David Coifman. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 67-103.
COIFMAN, David. “Recuerdos americanos de Madame Teresa Carreño”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 41-65.
COIFMAN, David. “Teresa Carreño es más que un mito”. El Nacional, Cuerpo B-8, 17 de diciembre de 2003.
COIFMAN, David. “‘Bajo la forma de un ángel’. La visita de Teresa Carreño a España (1866)…y otros nuevos datos biográficos”. www.mundoclásico.com / Publicado, el 22 de diciembre de 2011.
GUTIÉRREZ, Jesús Eloy. Para conocer a Teresa Carreño. Caracas: Gráficas León, C. A., 2003.
MANN, Brian. “Nuevas apreciaciones sobre el comienzo de la carrera musical de Teresa Carreño: años 1862-74”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 14-39.
MEISSNER, Inés. Vida, labor y obra de la pianista venezolana María Teresa Carreño. Caracas: Italgráfica, 1989.
MILANCA GUZMÁN, Mario. ¿Quién fue Teresa Carreño? Caracas: Alfadil, 1990.


MILANCA GUZMÁN, Mario. “Teresa Carreño: cronología y manuscritos”. Revista Musical Chilena, 42 / 179 (julio-diciembre, 1988), pp. 90-135.
MILANCA GUZMÁN, Mario. Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación (1885-1887). Caracas: Cuadernos Lagoven, 1987.
MILINOWSKI, Marta. Teresa Carreño. Traducido del inglés del original Teresa Carreño: by the grace of God (1940), por Luisa Elena Monteverde Basalo, con notas de Walter Guido y Mario Milanca. Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.
ROJO, Violeta. Teresa Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de El Nacional, vol. 17. Caracas: Editorial Arte, 2005.

Fotografías: "Archivo Histórico Teresa Carreño" /Colección Fotográfica Centro Documental, Teatro Teresa Carreño, Luis Brito (1998).

Madrid,  diciembre de 2013
*Pianista, musicólogo venezolano, miembro de la Academia Nacional de la Historia.