lunes, 20 de enero de 2014

Teresa Carreño: aproximación a una grandeza*


Por Benjamín Jenne

"The World's Greatest Woman Pianist", tal era el título que se daba ya en vida a la venezolana Teresa Carreño (Caracas 22 XII 1853 – N. Y. 12 VI 1917) pianista, compositora, pedagoga y cantante. En el campo de las artes interpretativas fue la primera artista de renombre auténticamente mundial de todo el continente americano. Dió a conocer su arte no sólo en toda Europa y parte de América, sino incluso en África del Sur y Oceanía.

Hacer una lista de todas las eminencias con quienes tuvo contacto es casi un índice de personalidades de la cultura musical occidental de ese tiempo. Hombres de tan disímiles culturas y épocas como Rossini y Bartók, llegaron a admirarla. Su temperamento, dominio técnico, sonido, gran repertorio, sentido estético y personalidad, subyugaron a creadores, críticos y públicos por igual. Fue además una de las mujeres más bellas de los escenarios de entonces. Su vida personal no fue fácil. Desde muy joven debió asistir económicamente a su familia. Sus cuatro matrimonios fueron motivo de comentarios y su papel como madre estuvo lleno de preocupaciones.

El hermosísimo libro de Marta Milinowski sobre Teresa Carreño fue escrito con una absoluta admiración; produce un efecto contagiante y crea la imagen de un ser sobrehumano. Pero curiosamente y ante todo esto, hay quienes aún con cierto respeto y solapadamente se atreven a dudar de tanta maravilla. El problema está en que la magia de Teresa Carreño como fenómeno artístico, no ha sido analizado aún en toda su profundidad. Y si bien hay otros (pequeños) libros, no existe un estudio que permita establecer una actitud de interpretación alternativa al personaje.
Ni mucho menos, se ha hecho una aproximación explicativa
a su arte como tal.

No obstante algo se nos hace evidente; si bien el talento
puede surgir en cualquier lugar, son las circunstancias subsiguientes las que determinarán su destino. Y en Teresa Carreño, hubo una genial capacidad de percibir su ambiente. Observar en él los hechos, los valores y a los hombres.        

Analizarse en perspectiva a ellos y realizar luego un incesante proceso de desarrollo. Seguramente no sin errores y dolor, de lo que poco sabemos, y cuyos resultados al fin exitosos, la fueron llevando a los máximos niveles de su arte en el mundo.

Así, Manuel Antonio Carreño fue quizás el mejor padre que pudo tener, hombre excepcional, creador del famoso "Manual", hizo de su hija una dama impecable en las altas esferas y los "580 Ejercicios" que le compuso seguían las ideas cromáticas de Liszt, sin conocerlo entonces. A ellos atribuía la Carreño, parte de su dominio técnico.

La tuteló el excéntrico Gottschalk, quien la introdujo en el hipervirtuosismo y fue el primer profesional en declarar su  genio.

Georges Mathias, alumno de Chopin, le transmitió el estilo del bardo polaco, que pasó a ser entonces uno de sus autores favoritos. A los veinte años se casa con Emile Sauret, ésto la introduce al refinado arte del violín. Sauret llegó a ser un gran violinista y su "Gradus ad Parnassum'' es un zenith del virtuosismo pedagógico. Los matrimonios con los hermanos Tagliapietra, la amistad con Rossini y las hermanas Patti la vinculan al mundo del Bel Canto. Su toque adquiere entonces mayor expresividad y sonido.

Antón Rubinstein, "el mayor pianista después de Liszt" fue quizá el espíritu más afín a la Carreño. Le trasmitió ante todo, el sentido de honestidad artística. Ambos se adoraban y Teresa Carreño obtuvo de él, no menos de lo que pudo darle Liszt. Su tercer marido, el pianista y compositor Eugene De Albert, hombre difícil pero de talento indiscutible, fue un gran intérprete de los clásicos como Bach y Beethoven. Su influencia y el de la cultura alemana en general, marcaron el arte de la Carreño elevándolo decididamente al más alto nivel mundial. Desde entonces su repertorio adquirió solidez conceptual y estética hasta el fin.

Evidencias muestran como Teresa Carreño no fue jamás pasiva con sus dones, trabajando su arte incesantemente. Como creadora, en sus páginas más logradas hay un gran sentido para los efectos pianísticos y eufonía permanente. La elegancia, brillo y sutil ternura de esas pequeñas piezas debieron fascinar al público de entonces.

Como maestra, no tuvo suficientes alumnos como para legar una tradición, pero una de las eminencias grises del piano de este siglo, Egon Pietri, estudió con ella antes de ser alumno de Busoni. Y sus ideas pedagógicas revelan una mente preclara, que teóricamente como maestra la colocan a la par de pioneros incomprendidos como Simón Rodríguez.

Hacia finales del siglo, mucho se investigaba sobre la esencia del virtuosismo. Cuando antes todo eran "dedos", ahora se buscaba cómo dominar las acrobacias de las nuevas obras. Rudolf María Breithavpt, dedicó a la Carreño su monumental escrito sobre el toque por peso y relajamiento. Y así, desde una perspectiva histórica, la Carreño fue vista también como el epítome que sintetizaba el mayor hallazgo en materia de técnica pianística de entonces.

Las antiguas grabaciones por su distorsión, suelen crear hoy suspicacias. Pero si bien dichos registros no son elocuentes para neófitos, el oído conocedor sí puede discernir una idea muy aproximada de lo que debió ser la artista en condiciones apropiadas. El dudar de una grandeza por esas grabaciones, y decir que hoy no serían aceptadas es tan injusto como absurdo, ya que cada quien sólo vive en su época, y es en esa cronología que cuentan sus logros.

En este sentido la Carreño, tuvo la admiración de las élites más cultas y con frecuencia de los propios creadores de las obras interpretadas. Hoy hemos cambiado ese privilegio por el dudoso de la técnica y por los "valores" de la cultura de masas. Teresa Carreño grabó solo unos cuantos rollos de piano la, pero a pesar de su deficiencia sonora, se perciben en ella todos los elementos que caracterizaban el llamado "gran estilo" de eminencias del pasado como Busoni, Paderewski o Rosenthal. Sus incisiones de Schubert, Liszt y Chopin, por ejemplo, denotan un control absoluto del "rubato", cualidad que sólo se da con el dominio de una técnica completa. Y había en ella un concepto espléndido de los estilos, por lo que parecen cada vez, pianistas diferentes.

Y si aceptamos que la "perfección" es más que todo una teoría, la grabación del Nocturno Op.48 No. 1 de F. Chopin, es la "sugerencia" más hermosa que se ha hecho de esta obra en disco. Sincretismo de tristeza, pasión y belleza, quizás esencia de ella misma.

Hace algún tiempo, el entonces afinador oficial del Teatro Leonardo Pizzolante nos comentaba que durante la última presentación en Caracas del genial pianista chileno Claudio Arrau, fue conducido por él a probar el piano. El gran artista, ya anciano, se detuvo antes en el centro del escenario, contempló la gran sala vacía
con admiración y asintiendo con la cabeza dijo: "Así que por fin, se acordaron ustedes de quién fue nuestra Teresita Carreño?" Si Maestro, afortunadamente.


*Este artículo se publicó inicialmente en el libro Teatro Teresa Carreño. XV Aniversario. Caracas, Fundación Teresa Carreño/Fundación Cultural Chacao, 1998.