sábado, 21 de mayo de 2016

Himno a Bolívar: imagen fugaz de Teresa Carreño (1853-1917)



DOCUMENTOS HISTÓRICOS 
Por Rhazes Hernández López*

El nombre de Teresa Carreño ha venido creciendo con el tiempo, ya que su figura de lauda pianista de proyección universal y permanente, parece retornar a lo viviente, al existir de las presencias indestructibles en el tiempo con su halo idealizante de inmortalidad. Teresa Carreño, como aquella exquisita en el poético estro y como ella, avileña, está, la nuestra; también de Berlín y Nueva York, pues no debe olvidarse que Walter Niemann, la recuerda en sus escritos como la “mamá de Berlín”, cuando en esa ciudad sentó sus reales como una de las pianistas y pedagogas más famosas de su tiempo. También en la ciudad del Norte su nombre fue tan connotado como no menos en Boston en la edad de su infancia, cuando allí presentándose como solista con la Orquesta Filarmónica. Cumplía diez años de edad.
Ya se ha escrito en lo relacionado con la historia del pianismo que sólo cuatro grandes mujeres del siglo romántico han quedado con indelebles nombres en el tiempo: Clara Schumann, Sofía Menter, Annette Essipof y Teresa Carreño, nombres que se concatenan por la grandeza elocuente y la alta elevación de un arte incomparable, y que se ha representado en el piano.
Teresa Carreño, bella mujer de una avasallante personalidad, renace hoy por sí misma, renace en la florescencia de su propia música, en el espíritu de su propia obra, en las hermosas páginas que concibiera sobre el estilo de su tiempo, música que llega alcanzar cima celeste al ser escrita con la propiedad debida para el instrumento que dominaba como pocos ejecutantes de esa época del llamado Siglo de las Luces. Y en realidad que lo fue por la galaxia infinita a la cual perteneció donde tantos relevantes nombres uncidos al sonido, a la palabra, al verso, al color, al mármol de Rodin, a las fueras telúricas inmanentes de un culto medio, en la sangre verberante de los que señalaron proféticamente el mundo del arte de nuestros días, en la ciencia, en la cultura… Fue allí donde emergió el perfil de límpido pétalo, de rosa de marfil, la imagen de Teresa Carreño, imagen misma de su época, con su rostro de jazmín y alabastro, tal como si fuese lienzo de Delacroix, el mismo donde se plasma la fina transparencia de Chopin. Allí, en ese rostro este gran maestro del “couleur” hubiere hallado la plasticidad requerida –anímica y física– para dejarlo como aquel tan expresivo del autor de las Baladas y Nocturnos.
El catálogo de las obras de Teresa Carreño no es realmente muy amplio; más, de las páginas que hoy se conservan de la pianista y compositora, hallamos que a la par de sus coetáneos, supo incursionar felizmente en piezas de sublimidad, buen gusto y clara elaboración, piezas de concierto donde el piano escuchándose con su propia personalidad sonora, donde la autora realiza la búsqueda de su “color” para lograr el matiz requerido por medio de la pulsación bien dirigida. Valses, Danzas, Elegías, Nocturnos, amén de otros trabajos sobre los esquemas de las “formas menores” del Romanticismo, las cultivó con numen y talento, estro, ángel y duende, plasmando así la hoja de álbum antológica; la obra sustentada por el genio e ingenio, por la sensibilidad y el “pathos” de fecunda herencia…
Su Himno a Bolívar, sobre el texto del poeta y prosista, Don Felipe Tejera (1846-1924), caraqueño de nacimiento como esta Teresa abulense, como también aquel cisne del motete excelso y del Ave María Stella; es un himno de vigoroso ímpetu, un himno de fuerza anímica e inspiración masculinas. Allí la autora se escapa del común estilo, del tipo de pieza cuya metrificación silábica generalmente puede conducir al compositor de corto vuelo hacia el nivel menor; más, nuestra artista creadora deja a la posteridad una partitura plena de belleza y dignidad. Su música da al texto su valimiento de verso y poesía que en sí guarda, texto de heroico canto que se emparenta a lo épico por la elocuencia de las imágenes y el altivo verbo del aeda. No es pues un himno más. Es un himno cuya idea temático-musical inflama el sentimiento, alienta y fortalece y da fe hacia un futuro promisor de la patria, gracias a la comunión bendita de la palabra y la música por despertar así dormidas conciencias…
El Himno a Bolívar se estrenó la noche del 29 de octubre de 1885 en el proscenio del Teatro “Guzmán Blanco”, nombre con el que se distinguió en sus primeros años al Teatro Municipal de Caracas. Mas, se recuerda que la obra iba a ser ofrecida por primera vez el 24 de julio de 1843, con motivo de la solemne conmemoración del centenario del nacimiento de El Libertador, lo que no pudo llevarse a efecto en la histórica fecha. La obra fue interpretada bajo la dirección de su ilustre autora, quien en el mismo programa de esa memorable noche, realizó la proeza de tocar y dirigir a su vez el Concierto en Mi Menor de Chopin y una serie de piezas entre otras “Un Saludo a Caracas”, como homenaje de sí misma a la ciudad donde vio la luz.
Walter Niemann, nacido en Hamburgo en 1876, crítico famoso, musicólogo y compositor, discípulo de Hugo Riemann y Engelbert Humperdinck; dejó, como documento fehaciente lo que representaba en arte pianístico de nuestra inmortal artista en una de sus notas críticas, la siguiente frase:
“La ejecución de la Carreño unía, a un máximo despliegue de fuerza y a una manera verdaderamente masculina de plasmar los sonidos, la mayor agilidad y soltura. En esta ejecución participaba todo el vibrante organismo de la artista, que nunca conoció la fatiga. Sus atronadoras octavas, tan personales; sus “staccatos” tan exquisitamente pulidos; el brillo, la intensidad y uniformidad de sus pasajes; la fuerza férrea de sus acordes; la pujanza arrolladora de sus sentimientos; su rítmica grandiosa: todo en ella era, a la vez, incomparable e inimitable”.
Sería prolijo insertar la diversidad de opiniones que sobre nuestra pianista han expresado personalidades como Rossini, Liszt, Brahms, Grieg, Saint Saens, Gottschalk, MacDowell, Paderewski, Leopoldo Damrosch, Anton Rubinstein y el Presidente Abraham Lincoln, así como otras notables figuras de Europa y América que conocieron, trataron y escucharon a la eximia pianista venezolana. Citaremos finalmente lo que expresa Alfredo Casella en su divulgado libro, “El Piano”, al referirse a los grandes virtuosos de la historia:
“Teresa Carreño (1853-1917) bellísima mujer que tocaba el piano como pocos hombres capaces”.
Nuestra artista había nacido en Caracas el 22 de diciembre de 1853, y murió en Nueva York el 12 de junio de 1917 en la hora crepuscular, cuando el Angelus escuchábase en un lejano horizonte. Algún día sus restos, sus gloriosas cenizas, serán conducidas al Panteón Nacional para que allí descansen al lado del poeta que cantó el retorno a la patria. Que así sea.
Caracas, mayo 1971
* Crítico, docente y compositor venezolano nacido en Petare en 1914 y fallecido en Caracas en 1991.
Este arculo fue incluído posteriormente por el Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar en la publicación del Himno a Bolívar, realizada en el año Bicentenario, el 24 de julio de 1983.
Imágenes: Fondo Documental Teatro Teresa Carreño
Imagen de Bolívar: httpdelaurbe.udea.edu.co20130806travesia-de-bolivar-por-el-camino-del-quindio