Por Jesús Eloy Gutiérrez
El país que le brindó esa posibilidad fue Alemania. La patria de Beethoven tenía entonces una posición privilegiada en el concierto de las naciones europeas. Contaban con un avanzado desarrollo industrial, comercial y financiero, lo que les permitía cierta holgura cultural. Era considerado como el país de los grandes músicos, su capital era distinguida como la vanguardia musical de Europa por su gran número de intérpretes y compositores.
Berlín la acogió como una de sus hijas a partir de 1899. Desde entonces la venezolana trabajaría incansablemente para convertirse en la mejor concertista del momento, actividad que compaginó perfectamente con su rol de madre responsable, la dedicación a la enseñanza del piano y el interminable itinerario de conciertos por todo el mundo. Estos son los días de sus dos últimos compromisos matrimoniales, primero con Eugene D’ Albert y luego con Arturo Tagliapietra.
Su debut lo realizó el 18 de noviembre de 1889, acompañada por la Orquesta Filarmónica de Berlín. Este concierto fue todo un éxito y marcó el desarrollo final de su carrera como concertista de fama internacional. Desde entonces los críticos berlineses comenzaron a considerarla como “La Walkiria del piano”, nombre con el cual sería conocida y reconocida desde ahora en adelante en el mundo artístico alemán. Aunque se le llamó también “Leona” del piano, “Brunilda” o “La mamá de Berlín”.
Hasta 1890 se presentó como solista de la Orquesta Filarmónica de Berlín, conducida por directores como Hugo Wolf, Arthur Nikisch y Hans von Bülow, entre otros. En uno de sus conciertos en Leipzig conoció a Edvard Grieg, considerado el compositor noruego más importante del siglo XIX, quien quedó impresionado con la interpretación de la venezolana. Según los cronistas, Grieg le dijo a Teresa: “Señora, no sabía que mi concierto fuera tan hermoso”.
En esta época, también entró en contacto con el director de orquesta austriaco Hans Richter, quien junto con Hans von Bülow, Hermann Levi, Felix Mottl y Karl Muck integraron el primer grupo de grandes directores de reconocimiento internacional, grupo que alcanzó su máximo esplendor con Arthur Nikisch.
En Berlín, entre otras figuras importantes del mundo musical del momento, Teresa Carreño también conoció al editor de Der Klavierlehrer, Emil Breslaver, quien le hizo sugerencias sobre el método y la técnica; y al compositor alemán Johannes Brahms, fiel representante del clasicismo romántico, del cual sería seguidora.
Su primera gira desde que se instaló en la capital alemana tuvo como destinos Praga, Holanda, Bélgica y Suiza. Desde esta ocasión sus interminables giras de conciertos por el mundo no culminarían sino hasta que su salud no se lo permitió más. Alberto Ruiz desde el diario cubano El Mundo en su columna "El mundo habanero" registraba unos años después: "En Berlín, donde Mme. Carreño es adorada y donde nunca han reconocido a ninguna otra pianista, no ya superior a ella, sino igual, ofreció la distinguida 'virtuosa' una serie de conciertos como solistas de la Orquesta Filarmónica de aquella ciudad, que dirige Arthur Nikisch, el más grande y genial de los directores de orquesta contemporáneos".
La dinámica de la geopolítica europea afectó de manera directa la vida de Teresa. El desarrollo de la Primera Guerra Mundial imposibilitó que continuara con su actividad artística desde Alemania. Por lo que luego de realizar una gira por España, donde tocó para el rey Alfonso XIII y su madre María Cristina, se residenció en Estados Unidos, donde aspiraba continuar con su desempeño como pedagoga y concertista. El destino le depararía otra cosa: en el viaje hacia Cuba, país donde iniciaría una gira que comenzaba por varias naciones americanas, enfermó y tuvo que suspenderla para regresar a Nueva York, donde estaría convaleciente hasta el 12 de junio de 1917.