A
propósito del 160 aniversario de su nacimiento
por David
Coifman*
Mucho se ha repetido, y con razón, que la pianista
venezolana Teresa Carreño (1853-1917), fue una niña prodigio que se ganó el
respeto internacional a partir de su primera y muy aclamada presentación
pública, con sólo 8 años de edad, realizada en el gran salón de baile “Irving
Hall” de Nueva York, el 25 de noviembre de 1862. También sabemos que fue la
tercera de cinco hijos de Manuel Antonio Carreño (n. 17 de junio de 1813), principalmente
conocido como el abogado que escribió el influyente y muy difundido Manual de urbanidad y buenas maneras (1853).
Nunca se ha dicho, sin embargo, que Manuel Antonio
Carreño, hijo del maestro de capilla José Cayetano Carreño (1774-1836), fue también un niño
prodigio que ocupó el cargo de “cantante tercero” (la voz más aguda de las tres
plazas asalariadas para cantantes) de la capilla musical catedralicia, el 9 de
febrero de 1822, contando entonces 8 años de edad. Labor de cantante bajo
contrato que obtendría después de ejercer el cargo de “músico meritorio” (=cantante
a destajo de la tribuna) desde al menos los 6 años de edad. Además, Manuel
Antonio habría debido demostrar amplias habilidades para tocar el violín, la
viola, el violón, el fagot, el órgano y el clave por ser obligación de los
cantantes contratados sustituir a los instrumentistas de la capilla catedralicia
cuando no podían asistir a sus labores musicales por razones justificadas.
La plaza de cantante tercero que Manuel Antonio ganó con
sólo 8 años de edad había estado ocupada hasta la fecha por su hermano José Cayetano
“el hijo” (n. el 8 de julio de 1804), desde el 4 de junio de 1817, es decir
desde los 12 años de edad. Antes de ejercer este cargo, José Cayetano “el hijo”
junto con su hermano menor José Lorenzo (n. el 9 de agosto de 1807) recibían
remuneración como músicos meritorios de la capilla catedralicia, al menos (que
se conozca) desde diciembre de 1814, contando respectivamente 10 y 7 años de
edad. Lo que señala haber sido ambos, también, niños prodigios.
El 10 de agosto de 1813, José Ciriaco Carreño (n. 8 de
agosto de 1795), primogénito
del maestro de capilla José Cayetano Carreño, renunció
apenas cumplidos los 18 años de edad a su labor bajo contrato de organista
segundo en la catedral caraqueña para sumarse a la tropa patriótica, muriendo
en la Batalla de Urica, el 5 de diciembre de 1814. José Ciriaco había sido también
un niño prodigio, de quien sabemos haber percibido remuneración económica por
su labor estable como cantante meritorio de la tribuna desde los 6 años de edad,
y como organista segundo obtenido por concurso público, desde el 11 de marzo de
1810, es decir contando entonces apenas 14 años de edad.
El 18 de agosto de 1813, Juan Bautista Carreño (n. 1 de
julio de 1802), cuarto hijo del maestro de capilla, ganó por concurso público
el cargo de organista segundo que dejó vacante su hermano mayor José Ciriaco. Contaba
entonces tan sólo 11 años de edad, es decir el más joven de dos generaciones de
músicos de la familia Carreño en ocupar por concurso público la exigente labor
de organista en la catedral caraqueña. Para satisfacer esta obligación
contractual, Juan Bautista habría debido ocupar hasta la fecha un cargo de
músico meritorio en la Tribuna, mientras se instruía con su padre y su hermano
mayor en la ejecución de los órganos y el clave de la institución, acompañando
principalmente la música vocal solemne catedralicia compuesta por Juan Manuel
Olivares, José Ángel Lamas y la de su padre. Razones de peso conocidas (además
de la tradición familiar) por las cuales los últimos vástagos hasta la fecha de
la familia Carreño (José Cayetano “el hijo” y José Lorenzo) habrían de ser
requeridos por su padre para aumentar las voces de la tribuna desde al menos mediados
del año 1813, contando entonces 8 y 6 años de edad respectivamente.
La tradición de los niños Carreño de trabajar como músicos
de la capilla catedralicia desde muy temprana edad bajo la guía de su padre,
maestro y jefe José Cayetano Carreño, primero como cantantes meritorios
asalariados (desde aproximadamente los 6 años de edad, lo que implicaba
comenzar a estudiar canto y música aproximadamente desde los 4 o 5 años de edad)
para luego ocupar alguno de los exigentes cargos catedralicios de organista bajo
contrato por concurso público (entre los 11 y 14 años de edad) fue observada
hasta el último de los vástagos, Juan de la Cruz Carreño (n. 24 de noviembre de
1815), quien ganó al cargo vacante de “cantor de la capilla” (cantante primero),
el 7 de octubre de 1834, teniendo entonces 18 años de edad, después de
graduarse dos años antes (con 16 años) de Bachiller en Artes por la Universidad
de Caracas. Sería, de la familia Carreño, el más joven en obtener una
diplomatura universitaria. Juan de la Cruz fue además el padrino de bautismo de
Teresa Carreño, y acompañó a la familia en su viaje a Nueva York, cuando presenció
el debut internacional de la niña prodigio en noviembre de 1862.
Hasta la fecha de nacimiento de Teresa Carreño, el 22 de
diciembre de 1853, se registran en Caracas además los nacimientos de hasta 20
primos-hermanos (según las actas conocidas de bautismo y de defunción al nacer),
todos hijos legítimos de los nueve hijos legítimos del maestro de capilla José
Cayetano Carreño. Entre ellos, José Ciriaco del Carmen Carreño-Pérez “el
sobrino” (n. 5 de marzo de 1831), segundo hijo de José Cayetano Carreño-Muñoz, se
destacó también como niño prodigio de la tribuna catedralicia, recibiendo
remuneración como cantante meritorio (según fecha del recibo de pago más temprana
que se conoce), el 22 de diciembre de 1840, contando sólo 9 años de edad, para
luego ingresar bajo contrato como cantante tercero de la capilla musical, el 8
de junio de 1841, con sólo 10 años de edad. José Ciriaco “el sobrino” sustituía
en el cargo de cantante tercero a su primo mayor, hijo de Felipa Carreño, Ramón
María Pérez-Carreño (n. 21 de enero de 1827), quien contaba entonces 14 años de
edad. Es decir, la etapa de la adolescencia en la que estaría cambiando la voz
aguda de tiple por una más grave, justificando el pronto reemplazo vocal por la
de un niño de menor edad, como la de su primo.
Por lo tanto, al momento de su mudanza de Venezuela,
Teresa Carreño se llevaría consigo el recuerdo de haber compartido por la rama
paterna con una familia numerosa integrada por los siguientes primos-hermanos mayores
(de los que podemos citar de los sobrevivientes según registros): Ramón María y
María de la Concepción Pérez-Carreño, hijos de Felipa Carreño-Muñoz, quien
murió con 37 años de edad, el 7 de diciembre de 1837; Juan Bautista Anselmo y
Miguel Ezequiel Rafael Carreño-Martínez, hijos de Juan Bautista Carreño-Muñoz,
quien murió con 47 años de edad, el 15 de noviembre de 1849; Isabel María, José
Cayetano “el nieto”, José Ciriaco “el sobrino”, Fernando Lorenzo, Luís María,
Belén de la Santísima Trinidad y María del Rosario Carreño-Pérez, hijos de José
Cayetano Carreño-Muñoz, quien murió con 38 años de edad, el 29 de diciembre de
1842; Belén María Pérez-Carreño, hija de María Isabel Carreño-Muñoz (cuya fecha
de defunción desconozco); y José Lorenzo Carreño-Martí, hijo de José Lorenzo
Carreño-Muñoz (cuya fecha de defunción se desconoce). José Lorenzo
Carreño-Martí contrajo matrimonio con su prima-hermana María Emilia Gertrudis
de Jesús, hija mayor de Manuel Antonio Carreño y única de los tres hermanos
mayores de Teresa que sobrevive la niñez (mueren una hermana mayor de nombre
María Teresa y un hermano mayor de nombre Manuel Antonio, y sobrevive un
hermano menor llamado también Manuel Antonio). No se conoce si Juan de la Cruz
Carreño tuvo hijos. En todo caso, durante sus primeros ocho años de vida en
Caracas, Teresa Carreño contó para su aprendizaje musical con al menos cinco
miembros vivos de su familia paterna (es decir, su padre Manuel Antonio, su tío
José Lorenzo, su tío y padrino Juan de la Cruz, su primo mayor Ramón María y su
primo José Ciriaco) que habían sido niños prodigios bajo contrato laboral en la
catedral caraqueña, en la condición de cantantes meritorios e instrumentistas, siguiendo
la enseñanza y el ejemplo de su famoso abuelo José Cayetano Carreño.
Que los seis hijos varones (descartando al segundo José
Lino, quien murió al año de nacer, en 1798, y a las dos hijas por no
permitírseles a las mujeres participar en la música litúrgica pública) y dos
nietos varones del maestro de capilla José Cayetano Carreño tuvieran la
posibilidad de laborar como niños prodigios de la música catedralicia caraqueña,
con constatadas habilidades vocales e instrumentales para ser contratados en
varias de las plazas asalariadas de canto y de organista, alcanzado incluso dos
de ellos a ejercer el exigente puesto catedralicio de maestro de capilla (Manuel
Antonio ocupó el cargo desde la fecha de defunción de su padre, el 3 de marzo
de 1836, hasta el 18 de junio de 1841, cuando renunció a favor de su hermano
mayor José Cayetano “el hijo”, quien lo ejerció hasta su muerte, en diciembre
de 1842) muestra la fuerte influencia de una efectiva escuela musical de
tradición familiar caraqueña que obtendría el primer reconocimiento internacional
cuando otro de los niños prodigios Carreño, en esta ocasión la primera niña (Teresa),
debutó como pianista en Nueva York, en 1862. Hasta la fecha, la extraordinaria versatilidad
musical de la familia Carreño habría sido asumida en Caracas como “normal” y
acorde con el reciclaje generacional de niños prodigios integrantes de una esmerada
escuela musical de tradición catedralicia. Porque el único parámetro que marcó
en realidad la diferencia en la valoración musical de Teresa como niña prodigio,
perteneciente a una familia musical conformada por tres generaciones de niños
prodigios, fue haber tenido la oportunidad de salir del país para exponer su tradición
educativa familiar a la opinión pública internacional, y principalmente ante el
influyente crítico musical de Boston, John Sullivan Dwight. Crítico que se formuló
insistentemente la siguiente pregunta después de escucharla debutar en Boston,
en enero de 1863: ¿Dónde y con quién aprendió Teresa Carreño a tocar el piano con
tanta maestría artística?
La respuesta a la pregunta del crítico musical americano
Dwight sobre la prodigiosa trayectoria pianística de Teresa con solo 8 años de
edad, es harta explicada hoy día por todos los libros de historia de la música
europea interesados por los distinguidos vástagos de las familias (y
generaciones) de músicos como los Scarlatti (en Italia), los Couperin (en
Francia), los Benda (en Bohemia), los Bach (en Turingia) y los Mozart (en Salzburgo),
entre los más conocidos. Es decir, con idéntica presión familiar de pertenecer
a un linaje de músicos que han recibido no sólo la credibilidad de una vena artística
que legitima, por derecho a ella, la gloria de sus antepasados músicos, sino
también la tradición de una efectiva enseñanza musical desde la cuna, que permite
mantener la condición de niños prodigios en varias generaciones de una misma
familia. Baste en este sentido recordar que hasta el nacimiento de Teresa
Carreño, nueve miembros de tres generaciones de la familia Carreño habían sido reconocidos
en Caracas, a través de diferentes condiciones y exigencias musicales, como destacados
cantantes e instrumentistas, todos varones porque eran los únicos que podían ejercer
un cargo laboral catedralicio desde los 6 años de edad.
Descartando pues la evidencia de que Teresa fue la única
de tres generaciones de niños prodigios Carreño que tuvo la oportunidad de
mostrar sus tempranas y excepcionales dotes musicales familiares en un gran escenario
urbano como Nueva York, debemos preguntarnos: ¿Qué exigencia cultural, si no
era pues únicamente la familiar, habría podido existir en Venezuela para que
una niña de tan sólo 6 años de edad tocara diariamente 580 ejercicios pianísticos
preparados por su padre, para que a los 8 años de edad pudiera interpretar obras
de enormes dificultades técnicas y expresivas como el Capricho Brillante, op. 22, de Felix Mendelssohn (1809-1847), alcanzando
una maestría artística superior a la de cualquier niño prodigio hasta entonces aclamado
en los principales escenarios de los Estados Unidos y Europa, cuando todavía a
mediados del año 1862 la principal meta de vida conocida para Teresa Carreño, a
semejanza de la de sus familiares músicos que habían sido también niños prodigios,
era seguir viviendo en Caracas? En otras palabras: ¿Qué nivel de exigencias musicales
si no eran pues las tradicionales familiares permitió a Manuel Antonio preparar
a su hija Teresa, siguiendo su efectiva escuela musical catedralicia, para
tocar a un nivel de perfección y exigencias artísticas que sólo la oportunidad
de salir del país demostró superar, con creces, las aspiraciones musicales para
los niños prodigios de su edad en cualquier lugar del mundo?
Como respuesta tenemos que la habilidad musical de Teresa
Carreño no sería sino la misma que tuvieron tres generaciones de niños
prodigios Carreño pero la única aclamada por críticos expertos internacionales,
aun cuando todos habrían pasado por idénticas exigencias educativas para
iniciarse en la música, primero vocal y luego instrumental, sólo variadas por
las necesidades y disponibilidades compositivas, sociales y principalmente
laborales de cada generación. Además, no se conoce el nombre de destacados cantantes
y pianistas venezolanos internacionales anteriores a la aclamación en Nueva
York de Teresa Carreño, por lo que no se puede (ni debe) descartar que Manuel
Antonio (cantante, organista y maestro de capilla) fuera también un virtuoso
del piano a quien le faltó en Venezuela el experto crítico musical que pudiera
informar a tiempo a su padre (como sí lo tuvo el de Teresa) sobre la ventajosa condición
que se le ofrecía como niño prodigio para proseguir con éxitos artísticos y
económicos la carrera profesional como músico internacional, con hábiles
profesores, expertos críticos y exigentes públicos que sí contó Teresa Carreño.
Por el contrario, se registra en actas eclesiásticas (sin precedentes) que
cuando Manuel Antonio sustituyó a su hermano mayor Juan Bautista en el cargo de
organista, desde el 10 de noviembre de 1826, contando sólo 13 años de edad, el Cabildo
mandó un comunicado a su padre y maestro de capilla para advertirle que no
bastaba ensayar, practicar y adiestrar a su hijo en la ejecución de dicho
instrumento musical sino que además le debía prevenir al niño de tocar el
órgano de manera “devota y gravemente como corresponde en las iglesias
catedrales”. En cierta manera, se implica que el niño Manuel Antonio era
conocido, a muy temprana edad, por gustarle tocar el órgano con mayor ímpetu y
energía que el sugerente lento y pausado (y por lo mismo quizá hasta fastidioso
para un niño de talento) que se correspondería con la manera “devota y grave”
exigida por el Cabildo eclesiástico para la ejecución de la música catedralicia
caraqueña en la época.
El destino quiso, en todo caso, que Teresa Carreño fuera la
única de los niños prodigios de la familia Carreño en exponer a la crítica
internacional el trascendente legado educativo catedralicio de tradición paterna
que se remonta al siglo XVIII. Tradición masculina generacional como maestros
de capilla que sólo la habría podido heredar José Ciriaco “el sobrino” de su
padre José Cayetano Carreño-Muñoz de no haber muerto éste muy joven, ejerciendo
el cargo en la catedral, en diciembre de 1842. Con esta muerte, la familia
Carreño se despidió para siempre de la tradición musical catedralicia transmitida
directamente de padre a hijo, ocupando reconocidas labores profesionales públicas
como músicos meritorios, cantantes, organistas (e instrumentistas) y maestros
de capilla, hasta que Manuel Antonio tuvo la oportunidad (y sin duda también las
herramientas musicales familiares) de legar dicha tradición catedralicia a su talentosa
hija, a pesar de que a ésta no le deparaba ni siquiera la posibilidad de ser cantante
de la capilla musical en Venezuela. En todo caso, debemos a Manuel Antonio
haber tenido la imaginación necesaria (y el profundo interés por la pervivencia
de la tradición familiar) para transformar su legado educativo catedralicio, reconocido
principalmente en la efectiva tradición de los varones Carreño llegados a “maestros
de capilla”, en un método de enseñanza vocal y pianística con el cual adaptar
la excepcional disposición musical de su hija a las nuevas necesidades artísticas
de su generación, llevándola a convertirse como sabemos (manteniendo en cierta
manera la lógica consecuencia de su excepcional tradición familiar catedralicia)
en la primera “maestra de piano” venezolana de prestigio mundial. Culto internacional
a la destacada artística que legitima, con la justa veneración de sus restos
mortales en el solemne Panteón Nacional, una hermosa historia
familiar de niños prodigios. Teresa Carreño, el último prodigio de una efectiva
escuela musical catedralicia en Venezuela.
Lecturas
recomendadas:
ALCIBÍADES,
Mirla. Manuel Antonio Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica
Venezolana” de El Nacional, vol. 12. Caracas: Editorial Arte, 2005.
CARREÑO, Teresa. “Possibilities of tone color by artistic use of pedal”.
Edición facsimilar realizada por David Coifman. Revista Musical de
Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 67-103.
COIFMAN,
David. “Recuerdos americanos de Madame Teresa Carreño”. Revista Musical de
Venezuela, XVIII / 43 (2001), pp. 41-65.
COIFMAN,
David. “Teresa Carreño es más que un mito”. El
Nacional, Cuerpo B-8, 17 de diciembre de 2003.
COIFMAN,
David. “‘Bajo la forma de un ángel’. La visita de Teresa Carreño a España
(1866)…y otros nuevos datos biográficos”. www.mundoclásico.com
/ Publicado, el
22 de diciembre de 2011.
GUTIÉRREZ,
Jesús Eloy. Para conocer a Teresa Carreño. Caracas: Gráficas León, C.
A., 2003.
MANN,
Brian. “Nuevas apreciaciones sobre el comienzo de la carrera musical de Teresa
Carreño: años 1862-74”. Revista Musical de Venezuela, XVIII / 43 (2001),
pp. 14-39.
MEISSNER,
Inés. Vida, labor y obra de la pianista venezolana María Teresa Carreño.
Caracas: Italgráfica, 1989.
MILANCA
GUZMÁN, Mario. ¿Quién fue Teresa Carreño? Caracas: Alfadil, 1990.
MILANCA
GUZMÁN, Mario. “Teresa Carreño: cronología y manuscritos”. Revista Musical
Chilena, 42 / 179 (julio-diciembre, 1988), pp. 90-135.
MILANCA
GUZMÁN, Mario. Teresa Carreño: gira caraqueña y evocación (1885-1887).
Caracas: Cuadernos Lagoven, 1987.
MILINOWSKI,
Marta. Teresa Carreño. Traducido del inglés del original Teresa
Carreño: by the grace of God (1940),
por Luisa Elena Monteverde Basalo, con notas de Walter Guido y Mario Milanca.
Caracas: Monte Ávila Editores, 1988.
ROJO,
Violeta. Teresa Carreño. Colección “Biblioteca Biográfica Venezolana” de
El Nacional, vol. 17. Caracas: Editorial
Arte, 2005.
Fotografías: "Archivo Histórico Teresa Carreño" /Colección Fotográfica Centro Documental, Teatro Teresa Carreño, Luis Brito (1998).
Madrid, diciembre de 2013
*Pianista, musicólogo venezolano, miembro de la Academia Nacional de la
Historia.