Por Jesús Eloy Gutiérrez
Una paradoja representó la visita de la hija
de Manuel Antonio Carreño a Venezuela, ocurrida entre 1885 y 1887, luego de 23
años de ausencia. Teresa Carreño Tagliapietra, como firmaba entonces por su
matrimonio con Giovanni Tagliapietra, además de ser recibida como una reina y
convertirse en motivo de inspiración poética para varios escritores o
aficionados de la época, también fue objeto de feroces “ataques públicos” en la
prensa, en la calle y en el escenario. ¡Qué paradoja!
A su arribo al país, a mediados de octubre de
1885, en los últimos días del primer gobierno del general Joaquín Crespo
(1841-1898), fue homenajeada de diversas maneras. En La Guaira fue agasajada
por los empleados públicos y la juventud. En Caracas, además del acto de
recepción con discursos y declamación de poesía, realizado en la estación del
ferrocarril de Caño Amarillo, se le otorgó la condecoración “Busto a Bolívar”,
la prensa capitalina le obsequió una medalla y un grupo de damas de La Trinidad
un collar con un medallón de oro y brillantes.
Pero, tal vez, el obsequio de mayor
trascendencia fueron los poemas dedicados en su honor y publicados en diversos periódicos. Se conocen
13, firmados por distintas personas y titulados así: “Gloria a la patria” (Juan
C. Alvarado), “Admiración” (Pimentel Coronel), “Un brindis” (Manuel Fombona
Palacios), “A la eminente artista venezolana Teresa Carreño” (Cellis R.
Gallegos), “A la Señora Teresa Carreño” (Pablo A. Vilchez), “Ángel y Mujer” (I.
Vásquez), “A la célebre artista venezolana Teresa Carreño Tagliapietra” (A.
Ramírez), “A la célebre artista Teresa Carreño Tagliapietra” (Sisoes Finoli),
“Teresita Carreño” (J.C. Villasmil), “Soneto (J. M. Portillo), “El genio” (A.
Bracho), “A la célebre artista señora Teresa Carreño” (María Soledad González
de Reguillo) y “Saludo a la artista venezolana Teresita Carreño” (Alirio Días
Guerra). ¡Qué mejor manera de homenajear a Teresita que con este caudal poético!
Sabiendo que ella era una gran amante de este género. Los títulos de esta
lírica nos hablan por si solos de las temáticas que dominó en la misma.
La profusión poética se combinó con los
elogios, las entusiastas críticas y los pedidos de nuevos conciertos que se
suscitaron luego de su primera presentación en el Teatro Guzmán Blanco (hoy
Teatro Municipal de Caracas Alfredo Sadel), doce días después de su llegada.
Aunque la música preferida de aquel tiempo era principalmente la de salón,
Caracas la escuchó en tres ocasiones más, que sumadas a sus conciertos en el
interior del país e islas del Caribe, completan la primera etapa de la visita a
Venezuela. Etapa de conciertos exitosos, homenajes, reconocimientos, gloria,
aplausos y poesía.
La otra cara de la moneda y segunda etapa de
la visita, la conforman su experiencia como empresaria operística en Venezuela.
Se caracteriza por el descrédito, una demanda judicial, los ataques públicos y
la falta de recursos económicos, entre otros.
Luego de su gira, Teresa se disponía dejar el
país, pero el Consejo Federal había elegido nuevamente como Presidente a su
primo el general Antonio Guzmán Blanco (1829-1899). Pospuso su regreso a
Estados Unidos y formó “parte en el regocijo de toda la república” por el
retorno del Ilustre Americano.
En breve tiempo compuso el Himno a Guzmán Blanco, que sería cantado
por su esposo, una orquesta y un coro. La crónica periodística de entonces
consideró esta obra como: “digna de su autora” y poseedora de “las cualidades
inherentes a la actitud de los talentos de la grande artista”.
En ese concierto que ofreció para homenajear
al mandatario éste le encargo la organización de una temporada de ópera para el
año siguiente. El de marzo de 1887 con Un
ballo in maschera se inauguró una ambiciosa temporada de la compañía
conformada por los esposos Carreño-Tagliapietra, con integrantes localizados
entre Estados Unidos e Italia.
Venezuela vivía entonces un momento de gran
tensión política, que no se calmaba siquiera con los programas modernizadores
del general. La oposición era fuerte y encontró en las fallas del programa de
la compañía de ópera una buena excusa para ridiculizar al gobierno.
En una carta que la propia Teresa Carreño
dirige el 29 de marzo de 1887 al Presidente Guzmán Blanco se aprecia el tono
que adquirió tal situación: “Yo me he encontrado aquí con una enemistad en
varias personas, tan grande como incomprensible, que a pesar del mérito
incontestable de la compañía (mérito que el público que ha asistido a las
óperas como también los periódicos serios y aficionados han reconocido unánimemente)
están trabajando día y noche para hacerse romper la compañía y quedar mal ante
el público y los artistas que he traído. Yo no sé a que atribuir esta guerra
que se me hace pues no sé en qué manera merezca esto como también los insultos
personales que se me hacen por la prensa a cada paso”.
Esto lo manifestaba Teresa a casi un mes de
haberse inaugurado la temporada de ópera, cuando la crisis era evidente:
escasez de público en el Teatro por la Semana Santa, campaña de descrédito
hacia la temporada, pitas en el auditorio (lo que apaciguó Teresa tocando
algunas piezas de piano en los intermedios), cartas anónimas dirigidas al
barítono Tagliapietra y al director de orquesta, Fernando Rachelle.
La propia Teresa dirigió la orquesta en las
óperas La favorita y La sonámbula, convirtiendo en la primera
mujer en dirigir una orquesta en el país. Por si fuera poco lo anterior, la
soprano ligera Linda Brambille anunció que se encontraba enferma y por lo tanto imposibilitada para cantar. La sumatoria de todos estos inconvenientes dio como
resultado la suspensión definitiva de la temporada a finales de abril de 1887.
No culminaba acá el calvario de Teresa en su
ciudad natal. No podía irse del país, a pesar de los ofrecimientos de
conciertos en Europa y Estados Unidos. Una decisión del Tribunal de Comercio
del Distrito Federal (que llevaba el caso del piano Weber que había traído el
año anterior se lo impedía, ya que la soprano española Aimery de Histar la
había demandado por incumplimiento de pagos de la Compañía de Ópera Italiana-Empresa
Teresa Carreño. Esta situación no se resolvió hasta que Teresa Carreño recibió
el apoyo de Guzmán Blanco, quien le proporcionó el dinero necesario para su
viaje a Nueva York e interpuso sus buenos oficios ante el juez que conocía la
causa.
La afamada artista, de esa ciudad
estadounidense saldría para Alemania, lugar en el cual perfeccionó su arte y
logró su consagración definitiva como artista de fama mundial, siendo conocida
desde entonces como La Walkiria del piano.