DOCUMENTOS HISTÓRICOS
Por Rhazes Hernández López*
El nombre de Teresa Carreño ha venido creciendo con el
tiempo, ya que su figura de lauda pianista de proyección universal y
permanente, parece retornar a lo viviente, al existir de las presencias
indestructibles en el tiempo con su halo idealizante de inmortalidad. Teresa
Carreño, como aquella exquisita en el poético estro y como ella, avileña, está,
la nuestra; también de Berlín y Nueva York, pues no debe olvidarse que Walter
Niemann, la recuerda en sus escritos como la “mamá de Berlín”, cuando en esa
ciudad sentó sus reales como una de las pianistas y pedagogas más famosas de su
tiempo. También en la ciudad del Norte su nombre fue tan connotado como no
menos en Boston en la edad de su infancia, cuando allí presentándose como
solista con la Orquesta Filarmónica. Cumplía diez años de edad.
Ya se ha escrito en lo relacionado con la historia del
pianismo que sólo cuatro grandes mujeres del siglo romántico han quedado con
indelebles nombres en el tiempo: Clara Schumann, Sofía Menter, Annette Essipof
y Teresa Carreño, nombres que se concatenan por la grandeza elocuente y la alta
elevación de un arte incomparable, y que se ha representado en el piano.
Teresa Carreño, bella mujer de una avasallante
personalidad, renace hoy por sí misma, renace en la florescencia de su propia
música, en el espíritu de su propia obra, en las hermosas páginas que
concibiera sobre el estilo de su tiempo, música que llega alcanzar cima celeste
al ser escrita con la propiedad debida para el instrumento que dominaba como
pocos ejecutantes de esa época del llamado Siglo de las Luces. Y en realidad
que lo fue por la galaxia infinita a la cual perteneció donde tantos relevantes
nombres uncidos al sonido, a la palabra, al verso, al color, al mármol de
Rodin, a las fueras telúricas inmanentes de un culto medio, en la sangre
verberante de los que señalaron proféticamente el mundo del arte de nuestros
días, en la ciencia, en la cultura… Fue allí donde emergió el perfil de límpido
pétalo, de rosa de marfil, la imagen de Teresa Carreño, imagen misma de su
época, con su rostro de jazmín y alabastro, tal como si fuese lienzo de
Delacroix, el mismo donde se plasma la fina transparencia de Chopin. Allí, en
ese rostro este gran maestro del “couleur” hubiere hallado la plasticidad
requerida –anímica y física– para dejarlo como aquel tan expresivo del autor de
las Baladas y Nocturnos.
El catálogo de las obras de Teresa Carreño no es
realmente muy amplio; más, de las páginas que hoy se conservan de la pianista y
compositora, hallamos que a la par de sus coetáneos, supo incursionar
felizmente en piezas de sublimidad, buen gusto y clara elaboración, piezas de
concierto donde el piano escuchándose con su propia personalidad sonora, donde
la autora realiza la búsqueda de su “color” para lograr el matiz requerido por
medio de la pulsación bien dirigida. Valses, Danzas, Elegías, Nocturnos, amén
de otros trabajos sobre los esquemas de las “formas menores” del Romanticismo,
las cultivó con numen y talento, estro, ángel y duende, plasmando así la hoja
de álbum antológica; la obra sustentada por el genio e ingenio, por la
sensibilidad y el “pathos” de fecunda herencia…
Su Himno a Bolívar,
sobre el texto del poeta y prosista, Don Felipe Tejera (1846-1924), caraqueño
de nacimiento como esta Teresa abulense, como también aquel cisne del motete
excelso y del Ave María Stella; es un himno de vigoroso ímpetu, un himno de
fuerza anímica e inspiración masculinas. Allí la autora se escapa del común
estilo, del tipo de pieza cuya metrificación silábica generalmente puede
conducir al compositor de corto vuelo hacia el nivel menor; más, nuestra
artista creadora deja a la posteridad una partitura plena de belleza y
dignidad. Su música da al texto su valimiento de verso y poesía que en sí
guarda, texto de heroico canto que se emparenta a lo épico por la elocuencia de
las imágenes y el altivo verbo del aeda. No es pues un himno más. Es un himno
cuya idea temático-musical inflama el sentimiento, alienta y fortalece y da fe
hacia un futuro promisor de la patria, gracias a la comunión bendita de la
palabra y la música por despertar así dormidas conciencias…
El Himno a Bolívar
se estrenó la noche del 29 de octubre de 1885 en el proscenio del Teatro
“Guzmán Blanco”, nombre con el que se distinguió en sus primeros años al Teatro
Municipal de Caracas. Mas, se recuerda que la obra iba a ser ofrecida por
primera vez el 24 de julio de 1843, con motivo de la solemne conmemoración del
centenario del nacimiento de El Libertador, lo que no pudo llevarse a efecto en
la histórica fecha. La obra fue interpretada bajo la dirección de su ilustre
autora, quien en el mismo programa de esa memorable noche, realizó la proeza de
tocar y dirigir a su vez el Concierto en
Mi Menor de Chopin y una serie de piezas entre otras “Un Saludo a Caracas”,
como homenaje de sí misma a la ciudad donde vio la luz.
Walter Niemann, nacido en Hamburgo en 1876, crítico
famoso, musicólogo y compositor, discípulo de Hugo Riemann y Engelbert
Humperdinck; dejó, como documento fehaciente lo que representaba en arte
pianístico de nuestra inmortal artista en una de sus notas críticas, la
siguiente frase:
“La ejecución de la Carreño unía, a un máximo
despliegue de fuerza y a una manera verdaderamente masculina de plasmar los
sonidos, la mayor agilidad y soltura. En esta ejecución participaba todo el
vibrante organismo de la artista, que nunca conoció la fatiga. Sus atronadoras
octavas, tan personales; sus “staccatos” tan exquisitamente pulidos; el brillo,
la intensidad y uniformidad de sus pasajes; la fuerza férrea de sus acordes; la
pujanza arrolladora de sus sentimientos; su rítmica grandiosa: todo en ella
era, a la vez, incomparable e inimitable”.
Sería prolijo insertar la diversidad de opiniones que
sobre nuestra pianista han expresado personalidades como Rossini, Liszt,
Brahms, Grieg, Saint Saens, Gottschalk, MacDowell, Paderewski, Leopoldo
Damrosch, Anton Rubinstein y el Presidente Abraham Lincoln, así como otras
notables figuras de Europa y América que conocieron, trataron y escucharon a la
eximia pianista venezolana. Citaremos finalmente lo que expresa Alfredo Casella
en su divulgado libro, “El Piano”, al referirse a los grandes virtuosos de la
historia:
“Teresa
Carreño (1853-1917) bellísima mujer que tocaba el piano como pocos hombres
capaces”.
Nuestra artista había nacido en Caracas el 22 de
diciembre de 1853, y murió en Nueva York el 12 de junio de 1917 en la hora
crepuscular, cuando el Angelus
escuchábase en un lejano horizonte. Algún día sus restos, sus gloriosas
cenizas, serán conducidas al Panteón Nacional para que allí descansen al lado
del poeta que cantó el retorno a la patria. Que así sea.
Caracas,
mayo 1971
* Crítico, docente y compositor venezolano nacido en Petare en 1914 y fallecido en Caracas en 1991.
Este artículo fue incluído posteriormente por el Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar en la publicación del Himno a Bolívar, realizada en el año Bicentenario, el 24 de julio de 1983.
Imágenes: Fondo Documental Teatro Teresa Carreño
Imagen de Bolívar: httpdelaurbe.udea.edu.co20130806travesia-de-bolivar-por-el-camino-del-quindio
* Crítico, docente y compositor venezolano nacido en Petare en 1914 y fallecido en Caracas en 1991.
Este artículo fue incluído posteriormente por el Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar en la publicación del Himno a Bolívar, realizada en el año Bicentenario, el 24 de julio de 1983.
Imágenes: Fondo Documental Teatro Teresa Carreño
Imagen de Bolívar: httpdelaurbe.udea.edu.co20130806travesia-de-bolivar-por-el-camino-del-quindio