Por
Benjamín Jenne
"The
World's Greatest Woman Pianist", tal era el título que se daba ya en vida
a la venezolana Teresa Carreño (Caracas 22 XII 1853 – N. Y. 12 VI 1917)
pianista, compositora, pedagoga y cantante. En el campo de las artes
interpretativas fue la primera artista de renombre auténticamente mundial de
todo el continente americano. Dió a conocer su arte no sólo en toda Europa y
parte de América, sino incluso en África del Sur y Oceanía.
Hacer una lista
de todas las eminencias con quienes tuvo contacto es casi un índice de
personalidades de la cultura musical occidental de ese tiempo. Hombres de tan
disímiles culturas y épocas como Rossini y Bartók, llegaron a admirarla. Su
temperamento, dominio técnico, sonido, gran repertorio, sentido estético y
personalidad, subyugaron a creadores, críticos y públicos por igual. Fue además
una de las mujeres más bellas de los escenarios de entonces. Su vida personal
no fue fácil. Desde muy joven debió asistir económicamente a su familia. Sus
cuatro matrimonios fueron motivo de comentarios y su papel como madre estuvo
lleno de preocupaciones.
El hermosísimo libro de Marta Milinowski sobre Teresa
Carreño fue escrito con una absoluta admiración; produce un efecto contagiante
y crea la imagen de un ser sobrehumano. Pero curiosamente y ante todo esto, hay
quienes aún con cierto respeto y solapadamente se atreven a dudar de tanta
maravilla. El problema está en que la magia de Teresa Carreño como fenómeno
artístico, no ha sido analizado aún en toda su profundidad. Y si bien hay otros
(pequeños) libros, no existe un estudio que permita establecer una actitud de
interpretación alternativa al personaje.
Ni mucho
menos, se ha hecho una aproximación explicativa
a su arte como tal.
a su arte como tal.
No obstante algo
se nos hace evidente; si bien el talento
puede surgir en cualquier lugar, son las circunstancias subsiguientes las que determinarán su destino. Y en Teresa Carreño, hubo una genial capacidad de percibir su ambiente. Observar en él los hechos, los valores y a los hombres.
puede surgir en cualquier lugar, son las circunstancias subsiguientes las que determinarán su destino. Y en Teresa Carreño, hubo una genial capacidad de percibir su ambiente. Observar en él los hechos, los valores y a los hombres.
Analizarse en perspectiva a ellos y realizar luego un incesante proceso de desarrollo. Seguramente no sin errores y dolor, de lo que poco sabemos, y cuyos resultados al fin exitosos, la fueron llevando a los máximos niveles de su arte en el mundo.
Así, Manuel
Antonio Carreño fue quizás el mejor padre que pudo tener, hombre excepcional, creador
del famoso "Manual", hizo de su hija una dama impecable en las altas
esferas y los "580 Ejercicios" que le compuso seguían las ideas
cromáticas de Liszt, sin conocerlo entonces. A ellos atribuía la Carreño, parte
de su dominio técnico.
La tuteló el
excéntrico Gottschalk, quien la introdujo en el hipervirtuosismo y fue el
primer profesional en declarar su genio.
Georges
Mathias, alumno de Chopin, le transmitió el estilo del bardo polaco, que pasó a
ser entonces uno de sus autores favoritos. A los veinte años se casa con Emile
Sauret, ésto la introduce al refinado arte del violín. Sauret llegó a ser un
gran violinista y su "Gradus ad Parnassum'' es un zenith del virtuosismo
pedagógico. Los matrimonios con los hermanos Tagliapietra, la amistad con
Rossini y las hermanas Patti la vinculan al mundo del Bel Canto. Su toque adquiere
entonces mayor expresividad y sonido.
Antón
Rubinstein, "el mayor pianista después de Liszt" fue quizá el
espíritu más afín a la Carreño. Le trasmitió ante todo, el sentido de honestidad
artística. Ambos se adoraban y Teresa Carreño obtuvo de él, no menos de lo que
pudo darle Liszt. Su tercer marido, el pianista y compositor Eugene De Albert,
hombre difícil pero de talento indiscutible, fue un gran intérprete de los
clásicos como Bach y Beethoven. Su influencia y el de la cultura alemana en
general, marcaron el arte de la Carreño elevándolo decididamente al más alto
nivel mundial. Desde entonces su repertorio adquirió solidez conceptual y
estética hasta el fin.
Evidencias muestran como Teresa Carreño no fue jamás pasiva con sus dones, trabajando su arte incesantemente. Como creadora, en sus páginas más logradas hay un gran sentido para los efectos pianísticos y eufonía permanente. La elegancia, brillo y sutil ternura de esas pequeñas piezas debieron fascinar al público de entonces.
Como
maestra, no tuvo suficientes alumnos como para legar una tradición, pero una de
las eminencias grises del piano de este siglo, Egon Pietri, estudió con ella
antes de ser alumno de Busoni. Y sus ideas pedagógicas revelan una mente preclara,
que teóricamente como maestra la colocan a la par de pioneros incomprendidos
como Simón Rodríguez.
Hacia finales del siglo, mucho se investigaba sobre la esencia del virtuosismo. Cuando antes todo eran "dedos", ahora se buscaba cómo dominar las acrobacias de las nuevas obras. Rudolf María Breithavpt, dedicó a la Carreño su monumental escrito sobre el toque por peso y relajamiento. Y así, desde una perspectiva histórica, la Carreño fue vista también como el epítome que sintetizaba el mayor hallazgo en materia de técnica pianística de entonces.
Las antiguas
grabaciones por su distorsión, suelen crear hoy suspicacias. Pero si bien
dichos registros no son elocuentes para neófitos, el oído conocedor sí puede
discernir una idea muy aproximada de lo que debió ser la artista en condiciones
apropiadas. El dudar de una grandeza por esas grabaciones, y decir que hoy no
serían aceptadas es tan injusto como absurdo, ya que cada quien sólo vive en su
época, y es en esa cronología que cuentan sus logros.
En este
sentido la Carreño, tuvo la admiración de las élites más cultas y con
frecuencia de los propios creadores de las obras interpretadas. Hoy hemos
cambiado ese privilegio por el dudoso de la técnica y por los
"valores" de la cultura de masas. Teresa Carreño grabó solo unos
cuantos rollos de piano la, pero a pesar de su deficiencia sonora, se perciben
en ella todos los elementos que caracterizaban el llamado "gran
estilo" de eminencias del pasado como Busoni, Paderewski o Rosenthal. Sus
incisiones de Schubert, Liszt y Chopin, por ejemplo, denotan un control
absoluto del "rubato", cualidad que sólo se da con el dominio de una
técnica completa. Y había en ella un concepto espléndido de los estilos, por lo
que parecen cada vez, pianistas diferentes.
Y si
aceptamos que la "perfección" es más que todo una teoría, la
grabación del Nocturno Op.48 No. 1 de
F. Chopin, es la "sugerencia" más hermosa que se ha hecho de esta obra
en disco. Sincretismo de tristeza, pasión y belleza, quizás esencia de ella
misma.
Hace algún
tiempo, el entonces afinador oficial del Teatro Leonardo Pizzolante nos comentaba
que durante la última presentación en Caracas del genial pianista chileno
Claudio Arrau, fue conducido por él a probar el piano. El gran artista, ya anciano, se detuvo antes en el centro
del escenario, contempló la gran sala vacía
con admiración y asintiendo con la cabeza dijo: "Así que por fin, se acordaron ustedes de quién fue nuestra Teresita Carreño?" Si Maestro, afortunadamente.
con admiración y asintiendo con la cabeza dijo: "Así que por fin, se acordaron ustedes de quién fue nuestra Teresita Carreño?" Si Maestro, afortunadamente.
*Este
artículo se publicó inicialmente en el libro Teatro Teresa Carreño. XV Aniversario. Caracas, Fundación Teresa
Carreño/Fundación Cultural Chacao, 1998.