Por Jesús Eloy Gutiérrez
La guerra en distintos escenarios estuvieron
rondando la vida de la artista venezolana de todos los tiempos: ella y su
familia se fueron de Venezuela en el marco de la Guerra Federal; llegaron a
Estados Unidos en medio de la Guerra de Secesión norteamericana; finalizando la
década de 1860 debió permanecer en Londres más tiempo del previsto con motivo
de la guerra franco-prusiana y finalmente la Primera Guerra Mundial marcó
significativamente los últimos años de su vida. En estas líneas abordaré
justamente los pormenores de Teresa en tan importante acontecimiento de la
historia Universal.

El 28 de junio de 1914, con la declaración de la
guerra de Austria a Servia se inició una contienda (“Gran Guerra” como se le
llamó entonces) que se generalizó en toda Europa, y que luego, con la
intervención de Inglaterra y Estados Unidos, se
convirtió en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y en uno de los cincos conflictos
más mortíferos de la historia humana.
Se ponía a prueba el poderío militar e industrial del momento. Alemania se había ubicado en el bando de La Tripe
Alianza, que integraban además Austria-Hungría. En la acera del frente, estaba
la Triple Entente, integrada por Francia, el Reino Unido y el imperio ruso. Se
contabilizaron 70 millones de militares escenificando esta contienda con
consecuencias desbastadoras para los distintos países en los que se
desarrollaba.
Esta situación comprometió la actividad
concertística y la vida de Teresa, quien se vio limitada para desplazarse por
el continente europeo, incapacitada para movilizar sus recursos depositados en una
cuenta bancaria alemana y por el aumento en los costos para llevar a cabo sus
tours de conciertos. A ello se le sumaba las
dificultades propias de cualquier guerra.
A pesar de ello la artista, al principio,
conservaba un espíritu positivo en torno a su futuro inmediato, gracias a las
ofertas de nuevas temporadas en Alemania, Escandinavia, Holanda y España, como
se lo hace saber al empresario Cochran en una carta del 3 de julio de 1915.
Incluso, insiste la artista, si las circunstancias no fueran favorables para
que algunos de esos conciertos tuvieran lugar, considera que todavía tiene
tantos compromisos, que aún así terminaría siendo una temporada provechosa. Y
si esto fallase, contaba con sus alumnos para “hacer buenos ingresos”.

En este clima bélico, no es nada extraño que fuese
considerada como espía. En muchas oportunidades durante sus giras se le detenía continuamente, era interrogada,
examinada y después de haber llenado todos los requisitos exigidos la mayoría
de las veces se le impedía seguir su camino.
En una ocasión, en la neutral Escandinavia, las
autoridades la acechaban sin cesar y caían sobre ellas a toda hora del día y de
la noche en demanda de pasaporte, certificado de matrimonio, cédulas y otros
documentos; y después de largos y penosos interrogatorios, la integridad de los
documentos presentados no era posible ser verificada y los oficiales, a
regañadientes, se veían obligados a dejarla seguir su camino.
En la propia Alemania, los agentes de seguridad de
las estaciones de ferrocarriles la trataban con determinación militar y la
conducían a cuartos de vestir, donde la registraban de pie a cabeza, buscando
secretos militares en sus ropas, deshacían su cabellera entre la que le
buscaban informes propios de los espías.
Además, la guerra ha significado para la artista
una gran pérdida en sus finanzas, pues tiene que dar una cantidad mayor de
conciertos por menores honorarios. Pero también, se vio afectada en el tema
emocional, ya que sus hijos van a estar sometidos a constantes humillaciones y
experiencias desagradables. El caso más grave fue el Teresita, quien resultó prisionera
en Argelia acusada de espía y que motivó todo un movimiento diplomático para su
liberación. Finalmente se logró gracias a las gestiones de Arturo Tagliapietra,
quien sin notificarle a Teresa el asunto, pues ella en ese preciso momento se
encontraba convaleciente de salud, pudo gestionar con el consulado americano en
Argelia para que la liberaran y la enviaran a Palma de Mallorca, y de allí a
Barcelona. Poco después le tocaría a su
hijo Giovanni, quien es arrestado también como espía alemán.
En los años finales del conflicto bélico, solo pudo
visitar, además de sus conciertos en Alemania, algunos escasos países,
Escandinavia, Austria, Hungría, Rumania, lo que es hoy la República Checa y
España. En la península escandinava estuvo desde el 20 de agosto de 1915,
realizando más de 40 conciertos en las ciudades más importantes, tales como Estocolmo, Upsala,
Kristiana, Stavanger, Gotemburgo o Copenhagen, entre otras. Así estuvo hasta principios de diciembre de ese año. Se sabe por correspondencia entre el Arturo
Tagliapietra y Cochran que para entonces Teresa adquirió un fuerte resfriado,
sin embargo no tendría mucho tiempo para descansar, pues apenas hubiese
retornado a Berlín, le esperaban unos conciertos en Múnich y Berlín. Así era la
dinámica de la vida de la artista.
En cuanto al país ibérico, fue invitada de honor
del rey Alfonso XIII y de su madre María Cristina durante 1915, luego que había
cumplido una serie de conciertos con la Sociedad Filarmónica de Madrid, presidida
entonces por el marqués del Castelar. Esta visita
a la familia real española fue uno de los más significativos para ella en estos
últimos años, como ella misma lo relató luego. Al año siguiente volvería para sus postreros
conciertos en la capital española, presentándosele algunas contrariedades a
causa de la guerra.
En esta ocasión, Teresa y su esposo Arturo, luego de las presentaciones, debieron permanecer tres meses más en Madrid por dos razones: su salud se vio afectada; y lo más grave: las autoridades militares francesas no les permitían regresar a Berlín, debido a las circunstancias bélicas. Una vez solventados estos inconvenientes, la artista ya tenía planificado lo que haría: permanecer en la capital alemana para la boda de su hija Eugenia; viajar a Estados Unidos y La Habana para una nueva temporada de conciertos. Añoraba aquellas regiones donde pudiera sentirse en completa libertad.
A sus sesenta y tres años de edad se sentía
agotada, aunque con muchas fuerzas para seguir en su camino en el arte al cual
había decidido dedicar su vida. Solo que la Europa de entonces no era ahora el
escenario propicio para ello. Como decía Cicerón: “Las leyes callan cuando las
armas hablan”. Esto era justo sumarle una preocupación más a su agitada de vida
por las constantes giras. Por lo pronto una nueva travesía la esperaba: el vapor Oscar II que la
traería de regreso a Nueva York.
Fotografías e imágenes: 1) Primera Guerra Mundial: Revistaseptiembre.com. 2) De Teresa Carreño, Archivo Histórico Teresa Carreño/Centro Documental TTC.