viernes, 19 de enero de 2007

Teresa como cantante de ópera

Por Jesús Eloy Gutiérrez

El acercamiento de Teresa Carreño al mundo del canto se dio en distintas épocas y por diversas circunstancias. No llegó a desarrollar una carrera como en el caso del piano o legar importantes obras como en su faceta como compositora, pero las escasas actividades desarrolladas las realizó con el mayor profesionalismo y sobre todo haciendo ver que no era solamente una pianista sino una artista.


En sus primeros días en París conoció a importantes figuras de la música de mediados del siglo XIX, quienes la impulsaron a continuar perfeccionándose como músico. Entre ellos se destacan el prestigioso compositor italiano Gioacchino Rossini y a la joven cantante de ópera Adelina Patti, quienes la llevaron por los caminos de la lírica.

El primero era el responsable de la importante reforma que experimentaba el arte lírico y de las nuevas convenciones que dominarían la ópera por más de medio siglo. Bajo el llamado "código Rossini", los lenguajes básicos de comedia y tragedia llegaron a ser uno solo, transformándose en el punto de referencia para juzgar el trabajo de la mayoría de sus contemporáneos y seguidores inmediatos. Este compositor entusiasmado por la interpretación de la venezolana le instó para que se presentara en Londres y comenzó a realizar gestiones en ese sentido.

Por su parte, Patti era considerada la mejor soprano ligera del momento. Se especializada en papeles verdianos y desarrollaba su carrera en los principales escenarios de América y Europa. Ella incluiría a Teresa, tiempo más tarde, como parte de su programa de recitales.
Luego de su éxito en Londres en 1866, Teresa profundizaría su carrera de concertista. Al poco tiempo se encontró de gira por provincias de Francia, Bélgica y Suiza, entre otros sitios. Experiencia que repetiría en años sucesivos, y a la cual iría agregando nuevos países.

En una de esas giras puso en práctica sus clases de canto, debutando como mezzosoprano en la ópera Los Hugonotes de Giacomo Meyerber. Era el año 1872, en plena gira en Edimburgo, la soprano que le correspondía el papel de Margarita de Valois se enfermó, por lo que el empresario invitó a Teresa a sustituirla, quien estuvo de acuerdo con la condición de que se mantuviera su nombre en secreto. El público la colmó de aplausos, sus compañeros la felicitaron y la prensa emitió juicios elogiosos, pero ella, al parecer no estuvo muy conforme con su actuación, lo que no cerraba definitivamente su capítulo hacia la lírica.

Desde entonces sus apariciones como cantante se hicieron más frecuentes, sobre todo en las giras en las que actuaba alternativamente con otros músicos. Viajaba principalmente con los grupos artísticos dirigidos por los empresarios Mauricio Strakosch y el Coronel Mapleson, quienes visitaban ciudades del interior de Inglaterra y de Escocia, para presentar conciertos en los que alternaban pianistas, violinistas y cantantes.

Nuevamente en 1876 durante la gira a Boston, mientras acompañaba a la Academia de Canto de la Señora Rudderdoff, se presentó también como cantante. Hazaña que repitió luego como integrante de la compañía M. Strakosch, participando en galas operísticas en Nueva York, Massachussetts, Boston y otras ciudades estadounidenses. En estas circunstancias conoció al barítono italiano Giovanni Tagliapietra, miembro de la compañía, a quien se unió sentimentalmente a finales de 1876. Durante esta relación con Tagliapietra Teresa, dejó el piano por un tiempo y se inclinó más hacia el canto, retomando sus lecciones en Chicago.


Finalmente, una de las experiencias más agotadora que tuvo Teresa con el mundo del canto lírico lo representó la temporada de ópera realizada en Venezuela en el año 1887. En esta actividad la artista puso todo su empeño para hacer del evento lo mejor, pero circunstancias de índole político, económico y sociales se lo impidieron.

Fotografías: "Archivo Histórico Teresa Carreño"/ Centro Documental, Teatro Teresa Carreño

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