Por Jesús Eloy Gutiérrez
Definitivamente el mundo del canto no
era lo de Teresa, a pesar de su exitosa participación en diversas óperas una
década atrás. Esto prueba lo que vamos a relatar en seguidas, referente a la
temporada de ópera organizada por la artista y que complementa la paradoja del
periplo de Teresa Carreño en Venezuela.
En su concierto de despedida a los
caraqueños realizó un dúo con su marido Tagliapietra cantando Il trovador de Verdi y que la prensa lo
reseñó como “raudales de aplausos prodigados por nuestro público a Teresita en
el dúo del Trovatore”. Ese mismo
programa, igualmente con la participación de la artista, en el tercer concierto
ofrecido en el Teatro Baralt de Maracaibo.
Su último acercamiento al canto antes de
la temporada de ópera en Caracas, pero esta vez desde la composición, lo
encontramos en la preparación de su Himno
a Guzmán Blanco, que sería cantado por su marido Tagliapietra, una orquesta
y un grupo coral. Obra que según los entendidos de la época demostraban “las
cualidades inherentes a la altitud de los talentos de la grande artista”.
La temporada organizada por Teresa
recibió un aporte económico del congreso nacional. Teresita organizó el evento
con cuarenta y ocho artistas contratados entre Nueva York y Milán. En cuanto a las figuras principales de la compañía se
registraron figuras como:
Madame Adela Aimery de Histar (soprano), Madame Linda Brambille (soprano
ligera), Prompolini (contralto), Giovanni Tagliapietra y Noto (barítonos),
Guardente, Passetti y Guarra (tenores), Ricci y Bologna (bajos) y la primera
bailarina María Bonafante. El 28 de febrero de 1887 la
artista le
notifica a Guzmán
Blanco que desde el
lunes anterior tiene la compañía de ópera italiana completa en Caracas y que la
misma está a su entera disposición.
Unos días más tarde, se inauguraba oficialmente el 5 de marzo de 1887 con Un
ballo in maschera. El vestuario fue traído
especialmente de Europa junto con otros accesorios de los Estados Unidos. La
primera y la segunda presentación fueron de gran éxito, pero las siguientes
fueron un fracaso por diversos factores.
Por una parte, el general Guzmán Blanco, quien había tomado
posesión el 15 de septiembre de año anterior, en un ambiente de mejoría de la
actividad económica y de aumento del valor de los títulos de la deuda pública con
relación al gobierno de Joaquín Crespo, era muy cuestionado. Los sectores
opuestos al mandatario se valieron de varios contratiempos de la compañía de
ópera patrocinada por el gobierno para arreciar la oposición al general y aprovechaban
cualquier ocasión para enfrentarlo o ridiculizarlo.
Además
la mala impresión causada en el público caraqueño por el esposo de Teresita,
motivado a su empeño en ser el “barítono absoluto” de la compañía, así como el
hecho de que ella, siendo una bella mujer, que además de divorciada y vuelta a
casar, era artista, fueron factores que se conjugaron para llevar a la
temporada de ópera a un rotundo fracaso. En esa época en Caracas, las mujeres,
sobre todo las casadas, no trabajaban por dinero, excepto las de clase humilde,
que se dedicaban al servicio doméstico. No se permitían maestras de escuela
casadas porque, al estar bajo la potestad del marido, legalmente no podían
responder por faltas en su trabajo.
El periplo final de Teresita en
Venezuela comenzó una vez que el mandatario le asignó la tarea de organizar la
temporada para el teatro que llevaba su nombre. Primero que la Aduana de La
Guaira autorizara la entrada de los materiales para las óperas sin pagar
impuestos como se lo habían prometido antes de su partida; luego las diversas
solicitudes de recursos para el pago de los artistas que no llegaban a tiempo;
posteriormente el hecho de que la propia artista tuviera que suplir al director
de orquesta Fernando Rachelle y a su sustituto para no suspender las funciones
de La favorita y La sonámbula; seguida del cambio en el programa por la enfermedad
de la soprano ligera Linda Brambille, y finalmente el juicio seguido en el
Tribunal de Primera Instancia por la demanda interpuesta por una artista.
Toda esta situación produjo en Teresa un
cansancio enorme y la colocó en una situación bastante angustiosa, al punto de
poner en duda, según sus propias palabras, su único “capital”, que era su
nombre, su prestigio, el cual “se han propuesto arruinar” acá en Caracas.
Son
las mismas razones por las que, el 29 de marzo, en una nueva carta a Guzmán
Blanco, luego de solicitarle cinco mil pesos que le debían de su contrato, con
los cuales debía pagar a los artistas, pues la taquilla no había cubierto los
gastos, le expone al mandatario: "Yo me
he encontrado aquí con una enemistad en varias personas, tan grande como
incomprensible, que, a pesar del mérito incontestable de la compañía (mérito
que el público que ha asistido a las óperas como también los periódicos serios
y aficionados, han reconocido unánimemente) están trabajando día y noche para
hacerme romper la compañía y quedar mal ante el público y los artistas que he
traído. Yo no sé a qué atribuir esta guerra que se me hace pues no sé en qué
manera merezca yo esto como también los insultos personales que se me hacen por
la prensa a cada paso.
Con la llegada de la Semana Santa la
escasez del público en el teatro se hizo más evidente. La campaña de descrédito
hacia la temporada empezó a dar sus frutos,
pues todo comenzó a marchar mal. Se iniciaron las pitas de auditorio, lo
que tuvo que apaciguar Teresa tocando algunas piezas en los intermedios,
demostrando que ella no se amilanaba ante las dificultades. Tagliapietra
recibió cartas anónimas en las que se le anunciaba un recibimiento agresivo si
cantaba en Rigoletto.
La temporada tuvo que ser suspendida a
finales de abril después de haber llevado a escena, además de las óperas ya
mencionadas, Lucía de Lammermoor, El trovador, Fausto, La
traviata, Aída y Norma. Una temporada nada despreciable para
la Caracas decimonónica.
Teresita, no obstante, no podía irse
todavía del país, a pesar de los ofrecimientos de contratos en Europa y Estados
Unidos, porque una decisión del Tribunal de Comercio del Distrito Federal (que llevaba
el caso del piano Weber) se lo impedía, ya que la soprano española Aimery de
Histar la había demandado por incumplimiento de pagos de la Empresa Teresa
Carreño.
En ese contexto la artista recibió el
apoyo de Guzmán Blanco, quien le dio dinero para el viaje e interpuso sus
buenos oficios ante el juez que conocía la causa. Finalmente, luego de vender
al gobierno los trajes, decorados y demás accesorios de la compañía, Teresa
partió para Nueva York el 23 de agosto de 1887.
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