miércoles, 12 de septiembre de 2018

Teresa y el Titanic

Por Dayana Rada

Imaginar cualquier viaje de Teresa Carreño puede ser agotador, una mujer que visitó tantos países, por tantas horas, días, meses, en alta mar envuelta en música, en poesía, en creación.

    Pudo haber sido como cualquier persona que emprende un viaje a otras tierras, lejanas o cercanas, con el mismo idioma o con idioma distinto. Esto para Teresa era secundario, lo que realmente importaba era el destino al cual se dirigía, uno donde la esperaba el reconocimiento, los aplausos, la inmortalidad.
            Me pregunto si nuestra diosa del piano, ¿Recordaría lo sucedido en el Titanic? durante alguna  tormenta en alta mar o alguna avería en cualquiera de los barcos en los que viajaba. Pienso que sí, y sospecho que si la muerte la hubiese visitado en alguna de estas desafortunadas situaciones, ella la hubiese increpado con su carácter y su último deseo hubiese sido tocar, tocar y tocar hasta su suspiro final. No la puedo imaginar de otra manera.

            En el hundimiento del Titanic los músicos tocaron hasta que la naturaleza, la fuerza del mar y la desventura así lo impusieron. Ella moriría como "Romeo" y "Julieta", porque sus días acabarían junto a su fiel compañero el piano, lucharía contra molinos de viento como Don Quijote, hasta que sus dedos no pudieran presionar más las teclas y sus pies los pedales para hacer de cada interpretación algo inolvidable, para quienes la escuchaban. Tocaría hasta que la vida  se lo permitiera.
        Gracias a la Providencia Teresa no viajó en el barco en cuestión; en el año 1912 ella celebraba sus cincuenta años en la escena musical – bodas de oro para un artista- sin embargo en mi fantasía la quiero ubicar ahí, justo cuando se tiene la certeza de la llegada del fin terrenal. La muerte al oírla tocar dudaría en llevársela y en efecto primero preguntaría:  ¿si en el mundo espiritual existe un piano para ella?, ¿si se puede escuchar una interpretación como esa?, ¿si va a poder tocar después de su muerte? 
             La respuesta a estas preguntas sería: No.
 
La muerte decide esperar hasta que termine el concierto de piano, es dueña de su último suspiro, de su cuerpo, de su alma. Pocas veces la muerte, una mujer vencedora al igual que Teresa, duda en llevarse a alguien, con la pianista que escucha hay una gran diferencia, nadie había logrado conmoverla al punto de querer incumplir con su trabajo. Teresa está tranquila porque sabe que en esta o en cualquier vida, siempre estará tocando, en el Aire, en el Fuego, en la Tierra, en el Mar. A cien años de su desaparición física sigue presente en las personas que a nivel mundial conocen su legado musical y su experiencia de vida.
           Caracas, 28 de mayo de 2017

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